Jesús no pudo ser más claro al advertirnos: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15). Lucen como oveja, hablan como oveja, huelen a oveja, pero no son ovejas. Son fieras usureras, trasquiladores avaros que van tras la lana que puedan obtener del rebaño. Prometen saciar tu sed pero son fuentes sin agua. Se han introducido encubiertamente en la iglesia del Señor con herejías destructoras (lea evangelio de la prosperidad), por causa de los cuales el camino de la verdad es blasfemado (2 Pedro 2:2). Los vemos en la televisión, los escuchamos en la radio, ¿pero cómo los identificamos? ¿Cómo desenmascaramos a estos lobos con vestidos de oveja? Veamos.
Seguido de la advertencia antes mencionada, Jesús continua diciendo: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mateo 7:16). Los hombres escogidos por Dios para pastorear su rebaño producen cierto tipo de frutos. Estos frutos son externos, visibles y evidentes a todos quienes los rodean. Por otro lado, los lobos rapaces son espinos y abrojos que no producen ningún fruto. Aun los frutos que producen no son buenos sino malos. “Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:17-18). Entonces, ¿cuáles son los frutos buenos que deben ser evidentes en la vida de un pastor o ministro?
Hablando en función de las cosas materiales, el apóstol Pablo le escribe a Timoteo que un pastor no debe ser “codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro” (1 Timoteo 3:3). A Tito le escribe lo mismo (Tito 1:7). El apóstol Pedro hace la siguiente exhortación a los pastores: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2-3). Por tanto, todo pastor que verdaderamente ha sido llamado por Dios es caracterizado por el contentamiento, la piedad, apacentando y cuidando del rebaño con ternura. Pablo le dijo a los pastores de Éfeso: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado” (Hechos 20:33). En cuanto a lo material se refiere, este es el fruto por el cual se conoce cuando un hombre es un siervo del Señor.
Por otro lado, los lobos rapaces con vestidos de oveja se caracterizan por todo lo contrario: rapiña, codicia, avaricia y ganancia deshonesta. ¿Y debería sorprendernos la existencia de ellos? En ninguna manera. El apóstol Pedro señaló que en la iglesia se introducirían falsos maestros, “y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2:2-3). Jesús se refirió a estos lobos rapaces como espinos y abrojos que no producen ningún fruto para el reino. Por eso, Judas se refiere a ellos como “árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (Judas 12). De manera que “todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:19-20).
El canal de televisión, Univisión, sacó recientemente al aire un reportaje titulado “Los Magantes de Dios.” Creo que un mejor título para este reportaje hubiera sido “Los Magnates del Diablo,” porque las personas en él expuestas en ninguna manera llevan vidas marcadas por los frutos buenos antes mencionados. Jets privados, mansiones costosas, ropa ostentosa, escándalos públicos e investigaciones fiscales son los frutos malos que estos árboles diabólicos producen, “recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día” (2 Pedro 2:13). El mensaje que predican no merece llevar la palabra “evangelio” porque no es el evangelio de Jesucristo, sino una perversión del mismo (Gálatas 1:6-9). En el proceso, estos hombres y mujeres causan que el camino de la verdad sea blasfemado. Tristemente, los medios comunican sus hallazgos en términos generales y manchan así la imagen santa de la iglesia. En el afán de querer arrancar la cizaña han arrancado también con ella el trigo (Marcos 13:29).
Por tanto ¿podemos rescatar algo positivo de esto? ¡Claro que si! Los medios de comunicación simplemente “están haciendo su trabajo.” Así que, al exponer a estos lobos rapaces, la iglesia tiene la oportunidad de demostrar que estas personas “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifieste que no todos son de nosotros” (1 Juan 2:19). La realidad es que en el mundo hay trigo y hay cizaña. Así como hay árboles buenos que producen frutos buenos, hay espinos, abrojos y arboles malos que producen frutos malos. De la misma manera en que Dios llama a hombres al oficio pastoral, Satanás introduce lobos rapaces que no perdonan al rebaño (Hechos 20:29). Por lo tanto, nuestra labor es velar sin cesar. Cuando consideres los frutos de un pastor, hazte la siguiente pregunta: ¿La vida de este hombre luce más como la vida de Cristo o como la vida que Satanás le prometió al tentarlo en el desierto? (Mateo 4:1-11). La respuesta a esta pregunta determinará si es un hombre de Dios o no.
Es mi oración que este recurso estimule tus afectos por la Palabra de Dios, sea de edificación para tu alma, te ancle en el conocimiento de la verdad y redunde en tu crecimiento espiritual. Hasta el próximo miércoles.
En Cristo,
Winston Williams
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